Música

La cumparsita y su historia

La increíble historia de “La Cumparsita”: tango que nació en Uruguay y fue un fracaso hasta que dos argentinos le escribieron la letra y lo cantó Carlos Gardel

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La cumparsita, el tango de todos los tangos, el que más versiones y grabaciones tiene, el que se identifica como la más emblemática de las canciones argentinas, tiene su historia.

Cuenta la historia, que el tango «La cumparsita» no nació como tal, ni fue en abril, ni sucedió en 1917, ni fue creado en la Argentina, ni ha sido siempre unánime su aceptación.

Mientras Francisco Canaro – compositor de tangos, violinista y director de orquesta uruguayo escribió que:

«...La cumparsita tiene la particular virtud de que la estructura de su música se presta a ser enriquecida por orquestaciones de mayor vuelo: armonías para violines, variaciones de bandoneones y otros importantes instrumentos, además de otros atrayentes efectos musicales, que los orquestadores y directores aprovechan para lucimiento de su respectivo conjunto…» 

Astor Piazzolla, con su afán por las controversias, llegó a decir que era «lo más espantosamente pobre del mundo».

La historia de «La cumparsita», los «tangólogos» señalan que la melodía de sus dos primeras partes fue escrita por el uruguayo Gerardo Matos Rodríguez entre 1915 y 1916. Lo hizo para la comparsa de carnaval de ese último año, organizada por la Federación de Estudiantes del Uruguay.

La Cumparsita

Diferentes versiones de «La Cumparsita»

La primera grabación la hizo el grupo de Roberto Firpo en el año 1917.

Hay tres versiones más en ese año: la de Juan Maglio «Pacho», la de Alonso Minotto y la del trío Cobián-FresedoRoccatagliatta.

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También es de 1916 -en una edición de la casa Arista y Lena de Montevideo- la primera publicación de la partitura, que sólo se habría editado en Buenos Aires al año siguiente, en este caso por la editorial Breyer Hermanos.

Volviendo a la creación de Rodríguez, se dice que el pianista Carlos Warren colaboró en darle forma a la partitura. Firpo la completó agregándole la tercera parte del que carecía e intentó sumarse como autor, pero Matos Rodríguez se negó.

Nacida como marcha de carnaval, la pieza quedó unos cuantos años en el olvido.

En 1924, sin pedir autorización al compositor, los argentinos Pascual Contursi Enrique Pedro Maroni le agregaron una letra. Ésta, escrita sobre el contracanto y no sobre la melodía principal, la rebautizaron como: «Si supieras». La incluyeron en la obra teatral: «Un programa de cabaret», estrenado en el viejo Teatro Apolo, cantada por Juan Ferrari.

Carlos Gardel, el zorzal criollo:

Carlos Gardel

La verdadera trascendencia llegó cuando Carlos Gardel en 1924 grabó en Buenos Aires La cumparsita, y cuatro años más tarde en Barcelona.

Estos cambios -la inclusión de una letra, las modificaciones en su estructura melódica- enfurecieron a Matos Rodríguez. El mismo le puso otro texto, que sumó a la edición de la partitura en 1926 -aquella que comienza «La cumparsa /de miserias sin fin desfila…», prácticamente desconocida por el gran público. En ese momento comenzó una larga batalla legal para quitar del medio las palabras de Contursi Maroni.

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Esto no fue posible porque el resultado artístico era bueno y porque se instaló con fuerza en las audiencias de entonces. Y vino el contraataque.

En 1932, con Contursi fallecido, su viuda y Maroni comenzaron un pleito para que se les reconocieran los derechos por la letra.

La solución llegó muchos más tarde.

Francisco Canaro, en aquel momento presidente de SADAIC, emitió su laudo arbitral al que se sometieron las partes.  Quedaron zanjadas las cuestiones referentes a los porcentajes por derechos de ejecución, fonomecánicos y de inclusión en películas. También se determinó que en las futuras ediciones deberían registrarse las dos letras referidas, con exclusión de las de cualquier otro autor.

Este último párrafo tiene que ver con que existen unas cuantas otras letras que nunca llegaron a popularizarse:

Una del uruguayo Alejandro Del Campo de 1926, otra de Augusto Mario Delfino y otra -en inglés- escrita por Olga Paul editada en 1937 en Nueva York con el título «The masked one».

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Nacida como marcha instrumental carnavalesca en Montevideo, duramente criticada por Piazzolla -quien sin embargo la grabó varias veces-, con una letra -la más conocida-introducida a la fuerza, popularizada en la Argentina y en el mundo por Carlos Gardel, primitiva en su estructura musical.

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