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Identificaron el cuerpo hallado junto a la casa donde vivió Gustavo Cerati

Pertenecía a un joven desaparecido en 1984

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POLICIALES– Este miércoles se confirmó que los restos óseos descubiertos en mayo pasado en un terreno contiguo a la casa donde residió Gustavo Cerati en el barrio de Coghlan, pertenecen a Diego, un adolescente de 16 años que había desaparecido hace más de cuatro décadas, en julio de 1984.

El hallazgo

El 20 de mayo de 2025, un grupo de obreros que trabajaban en una obra sobre la avenida Congreso al 3700 descubrió restos humanos tras el derrumbe de una medianera. El hallazgo ocurrió en una propiedad vecina a la que el líder de Soda Stereo habitó entre 2002 y 2003.

Junto a los fragmentos óseos —150 en total—, se encontraron varios objetos que resultaron claves para avanzar en la identificación de la víctima:

  • Una suela de zapato número 41

  • Un corbatín azul, típico de uniforme escolar

  • Un llavero naranja con una llave

  • Un reloj Casio con calculadora fabricado en Japón en 1982

  • Una moneda japonesa de 5 yenes, que se cree usaba como adorno

En un principio, la moneda fue confundida con un dije, pero la Policía Científica de la Ciudad determinó que era habitual entre los jóvenes de aquella época usarla como accesorio.

La identificación

La investigación, a cargo del fiscal Martín López Perrando, dio un giro cuando un familiar de un joven desaparecido en los años ’80 reconoció en los objetos hallados elementos que podrían haber pertenecido a su tío Diego. El adolescente había desaparecido el 26 de julio de 1984 en el barrio porteño de Belgrano, tras salir de su casa con rumbo a visitar a un amigo.

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Gracias a la intervención del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y a una prueba de ADN realizada a la madre del joven, se confirmó que los restos pertenecían a Diego, cerrando así un caso que permanecía sin respuestas desde hace más de 40 años.

La desaparición

Diego fue visto por última vez en la esquina de Naón y Monroe, a pocas cuadras de su domicilio. Aquella tarde, luego de almorzar con su madre tras regresar del colegio, le pidió dinero para tomar el colectivo. Nunca regresó. Esa misma noche, su familia radicó la denuncia en la comisaría 39. A pesar de los esfuerzos, que incluyeron panfletos y una nota en la revista ¡Esto! del diario Crónica, no hubo avances durante décadas.

El descubrimiento de sus restos y la identificación posterior brindan ahora un cierre —aunque doloroso— a una historia marcada por el misterio y la ausencia. La causa continúa bajo investigación para intentar determinar las circunstancias de la muerte del joven.

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