Policiales
¿Cuál es el vinculo entre el asesino de «Pelusa», el arbolito que encontraron muerto, y la barra de Boca?
¿Quién estaba detrás del interés en comprar los dólares de Pelusa? ¿Cuál era la verdadera naturaleza de la relación con los propietarios del local?
En el corazón del microcentro de la ciudad de Santa Fe, un oscuro crimen sacudió la tranquilidad de sus calles peatonales. Todo comenzó con la misteriosa desaparición de Carlos Alberto “Pelusa” Farías, un conocido arbolito que operaba en una concurrida esquina, donde los transeúntes solían acudir para cambiar dólares y otras divisas extranjeras.
Los días transcurrieron con angustia para sus familiares, quienes alertaron a las autoridades al no tener noticias suyas. La incertidumbre alcanzó su punto más álgido cuando encontraron el vehículo de Farías en un estacionamiento del centro de la ciudad. La Fiat Toro, testigo silencioso de los eventos que desencadenarían el horror, anunciaba tragedia en su ominosa presencia.
Fue en un local de indumentaria masculina y femenina donde se desató el macabro desenlace. Empleados del establecimiento alertaron a las autoridades sobre un olor nauseabundo que emanaba del depósito. Lo que descubrieron allí conmocionó a toda la ciudad: el cuerpo sin vida de “Pelusa” yacía en estado avanzado de descomposición, víctima de un brutal ataque a martillazos.
El descubrimiento del cadáver marcó el inicio de una investigación frenética. Las miradas se posaron rápidamente en los dueños del local, un hombre y una mujer cuyas vidas se entrelazaban en una trama de relaciones complicadas. La mujer, identificada como C.S., tenía vínculos previos con Farías y su actual pareja, un joven de apenas 22 años, fue señalado como el principal sospechoso del crimen. La mujer, cuyas iniciales son C.S., es oriunda del norte provincial y es ex pareja del otro detenido, cuyas iniciales son L.C., que es fanático del fútbol y participa en la peña de la 12 en Santa fe. Este último no solo mantiene relación con la barrabrava de Boca sino que tendría vínculos con un grupo narco, según fuentes no oficiales.
Un tercer sospechoso por la muerte de «Pelusa»: se trata de un joven de 22 años
Pero la historia tomó un giro inesperado con la detención de un nuevo implicado: un hombre joven que sería la nueva pareja de C.S. Las cámaras de seguridad lo mostraban abandonando el local poco después de la llegada de Farías, lo que lo convertía en un blanco potencial de las pesquisas.
Entre los escombros de este terrible suceso emergieron preguntas sin respuesta. ¿Quién estaba detrás del interés en comprar los dólares de Farías? ¿Cuál era la verdadera naturaleza de la relación entre el arbolito y los propietarios del local? Las especulaciones sobre posibles vínculos con el mundo de las barras bravas y el narcotráfico añadían una capa de intriga a un crimen ya de por sí siniestro.
En el trasfondo de este drama humano se vislumbraba una red de complicidades y oscuros intereses, donde la apariencia de un negocio legítimo encubría actividades ilícitas. El comercio en el microcentro de Santa Fe, lejos de ser solo un lugar de intercambio comercial, se revelaba como un escenario donde se entrelazaban los hilos del crimen organizado.
Quién era Carlos Farias
“Pelusa” Farías se dedicaba a la compra-venta de dólares, en la modalidad ilegal conocido como “arbolito”, en la peatonal de la capital santafesina. Anteriormente, había sido lustrabotas, cuando ese antiguo oficio todavía se ejercía. Por esa razón, era un hombre conocido por los vecinos que circulan por esa zona.
Se hacía llamar “Pelusa”, aunque algunos también lo conocían como “Cepillo”, por su antiguo oficio.
Farías estaba desaparecido desde el miércoles 21 de Febrero. La última comunicación que tuvo con su familia fue en horas de la siesta, antes de ingresar al comercio de la peatonal. Con el correr de las horas sus familiares se preocuparon y, cuando a las 1 am del jueves 22 de Febrero, Farías se comunicó con su familia por Whatsapp, sin foto de perfil, con errores de ortografía y mensajes extraños, radicaron la denuncia de paradero.
Mientras la policía y la fiscalía se adentraban en un laberinto de mentiras y secretos, la ciudad enfrentaba el desafío de reconciliar la imagen idílica de sus calles peatonales con la cruda realidad de la violencia y la corrupción.